
Eran a penas las nueve de la mañana del domingo y a la morgue de Quito ya habían llegado 15 cadáveres. “Esta vida es un asco”, decía Susana con acento colombiano, mientras intentaba secar sus lágrimas con un pañuelo. Nada lograba calmarla. Ella lo había presentido, sabía que su esposo no regresaría aquella noche.
Así como ella, varias familias esperaban entre lloros y lamentos los resultados para poder retirar los cuerpos de sus fallecidos. Suicidios y accidentes de tránsito eran la mayor causa de fallecimientos.
Mientras tanto, los cuerpos sin vida yacían sobre las frías latas del lugar. Completamente desnudos, tornándose amarillentos, reposaban los cadáveres de los tres jóvenes que murieron a causa de la imprudencia de un chofer alcoholizado. Entre ellos estaba Luis Villavicencio, esposo de Susana.
El joven, de 27 años, fue uno de los desafortunados. Su rostro estaba totalmente desfigurado, las heridas eran profundas y descubrían ciertas partes internas del cuerpo. Su abdomen partido en dos daba el indicio de que él era quien conducía el automóvil. El volante se había incrustado entre sus víceras.
Durante la autopsia, solo se escuchaban voces de los médicos susurrando diagnósticos. El olor a formol invadía la sala e incitaban al vómito a quienes no estaban acostumbrados a percibirlo. Una brisa escalofriante hacía aún más impactante aquella escena.
Villavicencio y sus amigos fallecieron la madrugada del sábado. Salían de su trabajo en la procesadora de alimentos Pronaca. Por razones desconocidas detuvieron el automóvil en la avenida Occidental, frente al Centro Comercial El Bosque, cuando repentinamente recibieron el fuerte impacto de un camión que iba a exceso de velocidad. El camionero estaba alcoholizado.
Ecuador es el cuarto país en el mundo donde los accidentes de tránsito se convierten en la principal causa de muerte. Quito es una de las ciudades más peligrosas, según la organización Justicia Vial.
El camión se volcó, pero a su conductor no le ocurrió nada. Al llegar la Policía detuvieron al chofer y fue llevado al retén, donde esperaba que se dictara la sentencia que cambiaría radicalmente su vida. La Ley de Tránsito castiga hasta con 12 años de prisión a quien arrebata una vida por manejar tomado.
Luis era oriundo de Ibarra y su esposa solo deseaba poder llevarlo lo más pronto posible.
Mientras tanto, en los patios de la morgue se vivía un ambiente tenso. Un grupo de colombianos llegó preguntando por José Ayala. Había desaparecido hace dos semanas y varios vecinos les habían comentado que deberían ir a buscarlo allí.
Efectivamente lo encontraron. El colombiano fue asesinado el martes 13 en Calderón. Había recibido más de 10 puñaladas y de un solo estirón, separaron su cabella del resto de su cuerpo: lo habían degollado.
El caso fue muy atendido por los medios, pero aún así solo dos semanas después fueron a reclamar su cadáver.
Los familiares de Ayala trataban de averiguar qué fue lo que le sucedió, pero nadie sabía darles razón. Los foresnes les pidieron que esperen hasta las 14:00, hora en que llegaría el director de la morgue.
Así transcurrieron las horas, ya era el medio día y seguían llegando más cuerpos, al parecer el día iba a ser largo, apenas empezaba. La espera de Susana solo alimentaba su dolor, pues una mala decisión de su esposo, le costó su vida y se llevó consigo a sus dos a migos.