“La noche de Sofía”
Atrevida, coqueta y sexy es aquella joven de aproximadamente 18 años. Lleva puesto un corto vestido naranja, el cual apenas cubre un tercio de sus poco soleados muslos. De su delgado cuello cuelga un collar de perlas del color de la tierra aún húmeda, el cual llega un poco más abajo de sus pequeños senos.
Es una noche de sábado, el cielo está despejado. Fernando, un joven robusto, no tan alto y con unos alborotados rizos muy singulares, lleva los embutidos para asarlos. Al poco tiempo Andrés, su primo, un joven alto y delgado se acerca para ayudarlo y así inicia la celebración del cumpleaños número veintiuno de Fernando.
Son las 21:30 y ya han llegado la mayoría de invitados. Mientras Andrés se encarga de la parrillada, Fernando bebe una y otra cerveza con sus amigos. De pronto Sofía, la chica del vestido naranja, se acerca hacia uno de los amigos de Fernando, lo toma de la mano y lo lleva hacia la sala. Las luces se apagan, la música suena tan alto que las paredes retumban.
Sorpresivamente Sofía se mueve muy sensual y provocativa, lo cual asombra a los asistentes; las chicas se incomodan y los hombres disfrutan al mirarla. Su cuerpo se contornea muy eróticamente tras el ritmo del reggaetón mientras sus manos juegan con el vestido, levantándolo poco a poco, dejando al descubierto todo lo que una pequeña tanga no puede cubrir.
De rato en rato el aroma de la parrillada se deja percibir en la sala. Es un vaivén de exquisitos olores que incita a salivar entre los presentes y los invita a saborear uno que otro trocito de los deliciosos salchichones.
Andrés termina de asar los embutidos, un olor penetrante despierta el apetito de los invitados. La música se vuelve más suave, bajan el volumen del equipo, y al ritmo de una salsa romántica se dirigen al jardín en donde les espera un apetitoso asado. Sofía también para de bailar, se muestra mareada a causa del licor, trata de mantener el equilibrio pero no lo logra. Los estragos del alcohol hacen su efecto y le obligan a apoyarse en la pared para evitar caerse. Retira uno de los platos y va en busca de su comida. El sabor ratifica el aroma. Así lo confirma alguno de los comensales: “Andy, qué buena sazón tienes” Y los demás, sin abrir su boca, sin decir palabra, asienten con la cabeza y dejan escuchar un “mmmmmmm” de disfrute.
Satisfechos, abandonan el jardín y van en busca de la música que suena con mayor fuerza que antes. Sofía no es la excepción. Unos cuantos tragos y se alborota aún más. Ahora, sus movimientos son realmente seductores.
Si para unos es un goce y un deleite, para otros es una molestia. ¡Aquí ya se perdió el respeto! Se escucha entre los varones.
Sofía muy acaramelada se acerca a Diego, uno de sus amigos, y mientras bailan, sus cuerpos muy pegaditos rozan el uno con el otro; un piquito por aquí, otro por allá. Él acaricia su cintura, ella se acerca, lo abraza y de repente un beso sumamente apasionado llama la atención de los amigos que reunidos alrededor de ellos dejan escuchar :¡yyyyyy!.
A poca distancia de Sofía, otra joven de aspecto más discreto y decoroso, muy enfadada agarra de un solo tirón su cartera y sale hacia el patio; uno de sus amigos sale tras ella y la abraza, como tratando de calmarla.
Los minutos transcurren. Tanto Sofía como Diego están ebrios. Son las dos de la mañana, y tomados de la mano se encaminan hacia uno de los cuartos de la casa de Fernando. No es difícil advertir que la noche es larga, apenas si empieza…
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