viernes, 20 de noviembre de 2009

´IN MEMORIAN´

“Para el habitante de Nueva York, Paris o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía”.
Octavio Paz

Un olor penetrante a flores muertas invade el lugar. La gente va y viene como si entraran o salieran de una gran feria, con la diferencia que mientras unos ríen, otros solo atinan a llorar. El cementerio Municipal de Tumbaco se levanta majestuoso al conmemorar un año más del Día de los Difuntos. Cada 2 de Noviembre se rinde homenaje a quienes están varios metros bajo tierra.
Sonia Chihuana es una madre soltera, joven, morena, delgada, de unos grandes e inseguros ojos negros. Tuvo que afrontar la dura realidad de criar a un hijo sola cuando apenas tenía 19 años. Su esposo, José Loaiza, falleció en un accidente de tránsito cuando solo tenía 24 años. Ya han pasado cuatro años desde aquel fatal día, pero ella cada año adorna junto a su niño la tumba de quien fue un gran esposo, padre, amigo, compañero e hijo.
Flores, pintura y una brocha la acompañan ya pesar de haberse formado con las costumbres de su natal México, respeta y trata de mantener las tradiciones que había aprendido con él. Cuidadosamente limpia la lápida de su amado, cuidando de no olvidar ningún rincón en el que se pueda acumular el polvo, mientras recuerda las tradiciones que tenían en su pueblo.
Mientras tanto, en los patios del cementerio la gente va de un lado a otro, recogiendoflores, poniéndoles agua, conversando entre ellos. Algunas tumbas son más recordadas que otras. Unos cuántos se sientan alrededor de los sepulcros y comparten los alimentos como símbolo de unión con su difunto.
Sonia nació en un pequeño pueblo cercano a Ciudad Juárez. Aún recuerda los días cuando tuvo que viajar hasta Ecuador obligada por la presión de uno de sus tíos, quien pagó todos sus gastos con tal de que ella viniera. Sus padres no tenían para mantenerla, así que prefirieron que ella se marchara para “tener una vida mejor”, dice mientras suelta una risa burlona al recordarlo, pues esa “mejor vida” sigue sin llegar.
Pero dentro de tanta pobreza nunca dejaron de confiar en su Santa, la Santa Muerte, en quien ponen sus más íntimas peticiones al momento de rendirle homenaje. Cuando su esposo murió, recuerda que prendió una vela cada día durante una semana para pedirle a su Santa que lo bendijera cuando llegara junto a ella, y para que no dejara que se convierta en un “almita en pena”.
Cuando José murió, a ella le parecieron muy extrañas las costumbres ecuatorianas, ya que es cierto que es triste la partida de un ser querido, pero “en mi pueblo lo celebramos como una fiesta a pesar de la tristeza”. Antes de cada entierro, en la país azteca se realiza una pequeña fiesta en honor al difunto, todos llevan comida, licor, vestimenta y varios objetos que le servirán al difunto en su partida al otro mundo. Sin embargo, la familia se queda casi con todos los obsequios, ya que aquella fiesta además de servir para dar el último adiós, sirve para hacer una pequeña colecta para los deudos.
Con las brochan en la mano, Sonia cuenta que en México la gente ofrenda botellas de cerveza, tequila o cigarros, que la gente enciende y deja en un cenicero para que se consuman.
“Ella nunca nos falla”, dice mientras sonríe al recordar que su hijo rompió una pequeña estatuilla de su santa, al creer que era uno de sus muñecos de plástico. La estatuilla llevaba una gran corona dorada, una toga negra y varios collares y sortijas de colores.
A pesar de tener unas costumbres diferentes, la mexicana ha adoptado las tradiciones que se celebran aquí. Junto con su familia prepara ‘guaguas de pan’ y ‘colada morada’, tras haber visitado y llevado flores a quien fue “el amor de su vida”.
Termina la liempieza, se seca las lágrimas y se va junto a su hija disfrutar de los manjares de la fecha de muertos, mientras queda atrás el campo santo donde reposa para siempre el jefe de familia.


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